sábado, 31 de octubre de 2009

ECOS DE LA CIUDAD MALDITA




6

Los perros de la posmodernidad
tienen hollín en los orificios
y antracosis en sus fuelles.
Ya leen el semáforo
y prefieren caminar
por los puentes elevados.
Conocen el horario de los colectores oficiales
y se pelean el banquete de los basuriegos.
Todos los días imprimen en los postes
la impronta de su paso
señal inope de un poder inocuo
que el sol funde en detritus pestilente.
Los postes de mi ciudad
están marcados con la excreta ambarina
de algún can solitario
que en la noche descansa
junto al lecho de los desocupados.
Los perros de la posmodernidad
ya se alimentan en vasos desechables
y saben destapar los envueltos
de plástico que esperan al viejo colector.
Yo me pregunto a veces si hay alguna diferencia
entre el silencio de los canes
que aguardan la basura en el portal de la mansión
y el silencio del paria
que le disputa el pan.


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