jueves, 7 de mayo de 2020



SURREALISMO Y VERSO LIBRE,
LA POESÍA DE LA CONTEMPORANEIDAD


Por: José Adelnide Giraldo Herrera.

El genio de la poesía no puede ser ajeno al devenir del hombre. Cada época de la historia trae consigo una problemática, una forma de pensar, de vivir y de esperar.  El desarrollo del pensamiento humano siempre irá a la par con el descubrimiento de las nuevas formas de vida, de las tecnologías y las estrategias que debe acometer en su lucha por la supervivencia.

El hombre es hijo del medio que habita y de su época; y así como está sometido al cambio de los tiempos, también con ellos evoluciona su manera de sentir, pensar y expresarse.  La poesía ha sido una realidad espiritual del hombre que trasciende el arte y el lenguaje y se constituye en una forma de expresar emociones y sentimientos al amparo de la imaginación. Así, el hombre en sus inicios adopta los modelos mitológicos para explicar su origen, correlacionar todo su mundo circunstancial y en últimas, para expresar su más íntima problemática. 

Se dice que hay testimonios de poesía en jeroglíficos egipcios de 25 siglos antes de Cristo.  El poema Gilgamesh, épica de los sumerios en escritura cuneiforme data de 2.000 años antes de nuestra era y la Ilíada y la Odisea de Homero parte de ocho siglos antes. Ya los poemas homéricos narraban sucesos en verso al compás de la lira y eran transmitidos oralmente; pero la poesía lírica se destaca en la antigua Grecia con Hesíodo, Safo, Anacreonte y en el siglo V antes de Cristo alcanza su cima la lírica coral con Píndaro, con canciones dedicadas a los vencedores de los juegos olímpicos.  Así, con el paso del tiempo, es el pensamiento clásico que imperará largamente con temas sobre arte, arquitectura, teatro, filosofía y matemáticas ejerciendo enorme influencia sobre la nueva civilización del mundo.  Viene luego la exaltación de la forma y el pensamiento especulativo que asumirá el período del Barroco.  Aquí el hombre se detendrá en la valoración sensualista de la condición humana, sin descuidar el asombro por la naturaleza, expresada en la más estricta artificiosidad. Aparece entonces el interés por lo elegante y aparatoso bajo el imperio de la gran paradoja entre lo racional y lo irracional, la mezcla del sensualismo con el trascendentalismo religioso, el erotismo y el misticismo.  Sobresalen las metáforas, la paradoja y la hipérbole.

En ese proceso de valoración sensualista de la condición humana, nace como herencia del Barroco el asombro del hombre por lo que él mismo es, se acentúa el descubrimiento del yo, que siente y que espera, que ama y que padece; entonces aparece el Romanticismo en todo su esplendor.  Allí bulle la naturaleza y la pasión, la melancolía y la fatalidad. Es toda una reacción contra la ciencia y el capitalismo, en la que se marcan grandes oposiciones, tales como la razón versus el sueño y la irracionalidad, la conciencia de grupo y de masa frente al individualismo, a la preocupación por el futuro se enfrenta la recreación en el pasado, al afán por los adelantos de las nuevas culturas se opone el panorama del campo y la sublimación de la naturaleza. Es todo un proceso de interiorización y de individualización en el que se acentúa el interés por el manejo de la forma en la elaboración poética.  Allí se manifiesta el culto a la belleza, el deseo de inventar palabras, la exquisitez y la perfección métrica y el gusto por la plasticidad.  Es la época del Modernismo y del Parnasianismo, con un interés manifiesto en la expresión sonora, las imágenes visionarias y auditivas y una cierta flexibilidad en el metro. Aquí impera la musicalidad y el ritmo, los juegos analógicos y metafóricos.  Surge con fuerza el interés por los símbolos, interés que culmina con la publicación del manifiesto simbolista en 1886, donde sobresalen Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Rimbaud, y Mallamé, entre otros.  Estos poetas mezclan lo contemplativo con la creación lúdica.  Allí combinan lo esteticista con lo impresionista, siempre en una búsqueda de las formas más bellas, prevaleciendo ante toda la artificiosidad sobre lo natural.

Los simbolistas dieron paso a una nueva teoría como fuerza creadora automática del lenguaje, conocido como SURREALISMO.  Aquí se abre paso a un nuevo repertorio de palabras, la obediencia a la intuición musical y al impulso irracional.  Se habla entonces de poesía pura, que se expresa en una gama interminable de técnicas, tan complejas como puede serlo cada ser pensante y creador y que se convierte en un movimiento poético de la contemporaneidad, con punto de partida en la escritura automática, totalmente enriquecida con símbolos que son el producto natural de la imaginación y del sueño.

André Bretón es considerado el padre del Surrealismo y en su teoría, parte de la conciliación de estados contradictorios “sueño - realidad”, que terminan en un dictado del pensamiento en forma de un automatismo psíquico que genera un “vértigo de imágenes insólitas”.

El sueño es uno de los estados ideales de esta producción poética, ya que allí es donde se da en estado natural esa profusión automática, un flujo vertiginoso de imágenes sueltas y a veces contradictorias que obedecen al dictado del inconsciente y enriquecidas por imágenes magníficas y símbolos profundos.

El subconsciente, estado natural del sueño, produce toda esa asociación vertiginosa de ideas que se presentan como una imponente realidad caótica del pensamiento que pugna por exteriorizarse mediante un flujo automático, muchas veces irreverente y aún en contravía de lo sintáctico, de ahí los mensajes inusitados, de ahí las nuevas creaciones, de ahí el enriquecimiento del lenguaje, de ahí las formas nuevas, las metáforas, los símbolos y toda esa cantera interminable y maravillosa conocida como VERSO LIBRE.

Podría parecer que en términos absolutos el fenómeno del verso libre se presentara como una novedad a partir del Surrealismo; no obstante es preciso afirmar igualmente que, todo aquello es independiente al devenir de las teorías y con gran certeza podemos concluir diciendo que es connatural al hombre: allí donde surge la emoción, aparecerá la expresión espontánea y libre, como parto doloroso o como un renuevo del verbo, hijo del dolor, de la esperanza, del amor o del desamor; o simplemente como la  quinta esencia del sentimiento constreñido y extrañado.

El verso libre no está al arbitrio de la academia ni de la normatividad, no tiene paradigmas y apenas sí es esclavo de la tensión espiritual.  Es como una flor silvestre que rompe toda monotonía.

A medida que el hombre avanza en su devenir histórico, su pensamiento también advierte nuevos horizontes y la expresión de lo bello adquiere nuevas formas:  el hombre piensa y actúa de acuerdo al tiempo en que vive y toda aquella nueva circunstancialidad le trae nuevas motivaciones; así que, con el Modernismo y el Parnasianismo se enriqueció el acervo poético de imágenes visionarias y auditivas y se abrió paso a la irreverencia frente al metro rígido, liberándose el poeta en cierta forma del rigor Barroco y abriendo paso al manejo simbólico de finales del 1.800; entonces viene la creación lúdica y la búsqueda de la artificiosidad.  El hombre está cansado de la norma y se abre paso a las nuevas concepciones del arte y de la poesía.  Los surrealistas dan la estocada definitiva porque rompen los diques de la etiqueta y de la moral y se vuelcan al lugar mismo de donde nacen las palabras, allí donde aún permanecen como en un fondo casi amorfo, donde las sensaciones pululan como en un verdadero caos natural. 

Es el subconsciente tan próximo al lugar de los sueños, es el umbral de la conciencia que algunos llaman lugar del ENSUEÑO, donde las palabras brotan sueltas y navegan en un verdadero vértigo de imágenes, vértigo que corresponde a una tensión impuesta por la presión del ritmo interior, o en otras palabras por la fuerza interior, o el impulso de la emoción que desboca, rompe e irrumpe en poema; allí surge la palabra caliente, humeante, convertida muchas veces en imagen.

Veamos estos ejemplos:

“Altazor morirás se secará tu voz y serás
Invisible
La tierra seguirá girando sobre su órbita precisa
Temerosa de un traspié como el equilibrista sobre
El alambre
Que ata las miradas del pavor.
En vano buscas ojo enloquecido
No hay puerta de salida y el viento desplaza los
Planetas
Piensas que no importa caer eternamente si se logra escapar…
(Vicente Huidobro – Altazor P. 62)

“…Cae
               Cae eternamente
Cae al fondo del infinito
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y
    Todos los naufragios. (Altazor P. 62)

O también:

“Me gustas cuando callas porque estás como ausente
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
Y parece que un beso te cerrara la boca.
(Pablo Neruda, Poema 15)


Cuando el poeta se olvida de la norma y hace caso a la intuición o al sueño, cuando deja que la realidad caótica dicte los nuevos versos y que la emoción o el impulso conduzca a su pluma, entonces verá cómo aparecen sobre el papel las palabras más hermosas y profundas, cómo el alma se vierte desnuda y descarnada para mostrar el fondo de una querella, de una emoción o de una nueva visión de la vida. 

El verso libre muestra el alma al desnudo y une sin atavismos a las almas que lo acogen.

Tal vez acogiéndonos a estas consideraciones podremos darle gran valor al manifiesto surrealista de Bretón y demás compañeros, en el que defienden el automatismo puro, como brote natural del mundo inconsciente y que lleva a Cortázar a alabarlo en el “ÚLTIMO ROUND” diciendo que “Hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestros sueños, de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía”.

El verso libre nos transporta al umbral del sueño y nos permite adentrarnos en el misteriosos y fantástico mundo interior de los poetas para vivir sus propios sueños, para amar sus amores, para llorar con ellos, o para volar a un infinito mágico y muchas veces indescriptible.


Dosquebradas, enero 22 de 2008