sábado, 31 de octubre de 2009

ECOS DE LA CIUDAD MALDITA




6

Los perros de la posmodernidad
tienen hollín en los orificios
y antracosis en sus fuelles.
Ya leen el semáforo
y prefieren caminar
por los puentes elevados.
Conocen el horario de los colectores oficiales
y se pelean el banquete de los basuriegos.
Todos los días imprimen en los postes
la impronta de su paso
señal inope de un poder inocuo
que el sol funde en detritus pestilente.
Los postes de mi ciudad
están marcados con la excreta ambarina
de algún can solitario
que en la noche descansa
junto al lecho de los desocupados.
Los perros de la posmodernidad
ya se alimentan en vasos desechables
y saben destapar los envueltos
de plástico que esperan al viejo colector.
Yo me pregunto a veces si hay alguna diferencia
entre el silencio de los canes
que aguardan la basura en el portal de la mansión
y el silencio del paria
que le disputa el pan.


viernes, 30 de octubre de 2009

Ecos de la ciudad maldita







ECOS DE LA CIUDAD MALDITA.

1

Sus ojos se cansaron de ver las viejas calles
por donde tantas veces transitó la ilusión
Para entonces era una niña
pero el internet ya le había sembrado
la devastación,
cuando la peste de las urbes
la novedad entonces
los ojos desmesurados
bebían imágenes eróticas
mientras su madre despachaba padrenuestros
y aves marías.
Luego, tras de la puerta el primo
el amigo del primo
el recién conocido… de su primo
y la sensación de ver cómo escapaba su castidad
entre el graznido de las tablas secas.

Sus ojos se cansaron de ver las viejas calles
pero él nunca llegó
Sombras cercaron sus mejillas
que no conocieron la fragancia de un cálido piropo
y la escarpa sembró eriales
hasta el día en que escuchó
el dulce grito de sus entrañas
que se abrían como una flor de escarlata.

2

Tenía la cara sucia
un trompo y un condón reciclado
Tenía las manos ásperas
y el color de la mugre indefinida
Sus ojos habían perdido el brillo de la novedad
y a sus nueve años ya había visto
la lluvia del amanecer
muchas veces
tantas, que ya había perdido la cuenta
El sol de la mañana siempre fue un intruso
y el periódico escaseó
para las madrugadas
Ahora ya no recuerda el nombre de su madre
ni a que sabía un baño
entre burbujas de champú.
Yo se que en esos ojos de gorrión
hay lágrimas resecas
y en su mente de niño
aún palpita la ilusión de un juguete.



3

A las tres de la tarde
el sol hacía requiebros al silencio
De vez en cuando un grito solitario
o el ruido de un motor.
A las tres de la tarde
ardía el silencio de la devastación
en el viejo arrabal
Después, llega el tropel
y la calle empinada
se viste a borbotones
de sangre que huye.
Por sus ojos abiertos
a un infinito que no ve,
se fuga lentamente la vida,
y los pasos
de un sartal de curiosos
surgen como inquietos fantasmas
de la nada.



4

Supermán se levantó esta mañana
y no encontró alimento.
Descalzo, recorrió el vecindario
en tanto que sus ojos roían el silencio
halló después a Luthor entre los basureros
y los dos emprendieron la fuga del hambre
El sol, apenas anunciaba su presencia sórdida
y el callejón ya estaba poblado
de guerreros
hombres que lanza la miseria
sobre un erial de escombros.
Latas abiertas de sardina, papeles sucios
y una bolsa arrugada que cubría el festín
de un enjambre de hormigas.
Supermán retiró las hormigas
y un suculento hueso de gallina
compartió con su enemigo.
Luego sacudió los envases
y succionó algunas gotas
entonces Supermán alzó de nuevo el vuelo
y emprendió la batalla.
Después, el grito de los pequeños golfos
se batió en estampida
por la presencia del uniformado.

jueves, 29 de octubre de 2009

Canto a mi pueblo



Del norte vine y en el norte quedaron mis ojos.





PRIMER REGRESO A FILADELFIA

Del norte llega la nostalgia,
envuelta en hojas de morriña;
ecos de anciana venerable
y sabores de loca adolescencia.

Quieren volver mis padres
y caminar de nuevo la Aguadita pequeña
fundirse en sus ancestros
y recordar recodos.
Ver de nuevo el rincón donde la abuela fumaba su tabaco;
y afuera, en una esquina de la vieja casona,
el odiado pilón,
aún salpicado de afrechos.

Del norte llega la nostalgia,
y ya vamos de vuelta.
El ruido del motor anuncia desconocidas estaciones
y mi imaginación de niño
se vuelca en los cultivos.

¿Para dónde marchamos? Me pregunta mi hermano
Yo sacudo mis hombros, mientras sigo abismado.



FILADELFIA

Tu nombre de melado renueva mis sentidos.
El eco de tus letras deja un sabor dulzaino,
como a pan sazonado,
como a sonrisa de madre que prepara la mesa
para servir la hogaza.
Cuando escucho tu nombre,
me llegan en manadas los recuerdos lejanos:
La salida a la aguadita pequeña,
el paso a Cantarrana
y el parque, con sus bancos cansados,
en donde algún domingo me sentara,
con mis ojos pendientes de la mano
que pela el chontaduro.
Tus calles desoladas me enseñaron el mundo;
y en los días de feria las gentes se hacinaban
en la plaza empedrada.
Tu nombre, Filadelfia, está ligado a mis abecedarios
a la vieja pizarra y al tablero.
Fue el patio de la escuela mi universo
y cuando siento que alguien me pronuncia tu nombre
se asoman por mis ojos tus calles empedradas
donde corrí en camadas
hasta el recinto sacro donde estaba
la figura cimera de mi viejo maestro
don Jesús Marulanda.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Añoranzas





1.
Son intrusos que rondan como frescos
los cuadros del pasado.
En ellos puedo ver el patio de mi casa
de pulpa vegetal, con su melena a cuestas,
donde surge silvestre el fríjol verde,
la batatilla que abraza carboneros
el mikay con sus dedos de lanza,
la acedera y la espadilla,
panacea bendita de mi madre
para vencer la fiebre y los parásitos…

Desde la escarpa de mis ojos
aún perplejos
se mueven como larvas del tiempo,
recuerdos de una mañana cualquiera
que se pierden en ese mar de hojarascas,
allende la ciudad,
mientras rumio el plañir
del mismo río que arrullara mi infancia.


2.

Afuera, en el rellano, se yerguen los naranjos
como eternos compañeros de infancia
.
Bajo sus viejas ramazones
cumplíamos a diario la cita del ocio,
para morder sus frutos ácidos y raquíticos,
manjar de soledades;
y en los días de sol,
su sombra nos curaba de la acidia.

Abajo el azahar tendido sobre las hojas muertas,
las huellas peregrinas de nuestros pies desnudos
y los ecos aún vivientes de nuestros gritos.

La infancia se regodeaba en sus soledades
y el desatino era la impronta de nuestra pobre inocencia.

Naranjos del repecho.
Su ramaje de pobre desmechada
pintan de vez en cuando un estreñido fruto
que apenas sirve de excusa
para saciar el hambre
de diabluras.


3.

La neblina, se vierte en añoranzas
como estigma del tiempo
y agita entre mis ojos sus fantasmas
que danzan como viejos telares blanquecinos.
Toda ella es mi infancia
y en ella se renuevan mis sueños.

Al frente, entre los descampado que deja la bruma,
puedo ver la loma de la India
y la leyenda se pierde punta arriba,
después de atravesar el río
que brama desde abajo.

La bruma densa cubre ahora mis ojos
como una inmensa gasa
y apenas me queda espacio para soñar.




4.

Yo te adivino Cuanza, desde lejos
paciente entre las brumas,
como un canto de indígena chamí
que amamanta en su pecho
el paladar de un niño que se aduerme

entre brazos;
entonces con mis ojos aún abiertos
sueño llegar hasta tu propia entraña
y el eco de tu palabra, “Cuanza”,
me sigue sonando a música silvestre,
deliciosamente salvaje.



5.

En san José,
mi casa era pequeña y bella;
hecha toda en bahareque,
con sus tejas de astilla,
y astromelios y dalias.
Y el colibrí temblaba sostenido en el aire
mientras le amamantaba el dulce
licor de aquellas flores.

Bajo el alar, mi padre saboreaba
el pan recién asado
y en el patio sembrado de leños para el fuego,
se regodeaba el gallo, exhibiendo su garbo
a las pocas gallinas.

Y allá arriba, tras de las talanqueras,
el caballo palomo desplegaba su calma
en la mirada, mientras de un coletazo
espantaba las moscas.




6.

Era domingo entonces

y el atardecer dibujaba en el fondo
la figura esperada.
Adelante la yegua asomaba empapada
y asido de su cola, mi padre sonreía,
mientras, junto a mi hermano,
volaba por la cuesta, ansioso de encontrarle.
Mi madre se asomaba feliz en el repecho
y en su rictus guardaba una frase callada de bienvenida.
El silencio gritaba a voces
y el amor se besaba en el silencio.
Venía después el aroma del café;
y de los costales, brotaban las roscas de pandequeso,
aún calientes.

Después, sólo después,
rodaba sobre el banco el pequeño mercado.

domingo, 25 de octubre de 2009

Retornos


RETORNOS
(Nando Vargas)


Has vuelto de mi infancia como sombra del tiempo.
En oleadas los recuerdos instalados en tu cuerpo
se esparcen por la sala
mientras los voy nombrando:
Los verdes pastizales destilando humedades
los mangones cansados de la loma
por donde trajinamos
la leche de contrata,
los generosos frutos de agrisal
que hartábamos
tendidos en la hierba....

Has vuelto viejo amigo.
En tus ojos de otoño se asoman las memorias
rescatando entre nieblas la imagen de mi padre
que amansa su cansancio mientras rumia nostalgias,
los pasos de mi madre,
el perro,
los maizales,
y un puñado de esperas que envejecieron solas
en las puertas del alba.