miércoles, 18 de noviembre de 2020

MI CASERÓN - Vals.


Con gusto les participo este vals que forma parte de mi album de música colombiana y de mi zona cafetera. Son 18 temas, con letra y música de José Adelnide Giraldo, e interpretados por el dueto colombiano LOS CABALLEROS DEL SUR.  Les agradezco que se suscriban a mi canal de Youtube, lo mismo que sus comentarios. A todos y todas un abrazo.
PARA VARIAR.
CON GUSTO, UNA DE MIS DIVAGACIONES.
COSAS SIN TRASCENDENCIA HOY LUNES 16
Cinco de la tarde, día plomizo.
Al borde de la cama frente al televisor dejo correr los minutos en este día feriado, mientras contemplo las imágenes de unos soldados enfrentados a la guerra. Esa que producen los narcotraficantes y tantos otros insensatos que quieren enriquecerse pronto o que dicen luchar por ideales que en su mayoría son pretextos, mientras emplean la violencia aún a costa del dolor y la muerte de tantas gentes que se cruzan en sus caminos.
La cinta que estoy viendo es trágica, por las muertes que se repiten en su trayecto y en especial por el final en el que muere uno de los protagonistas más queridos, mientras su novia y el cuerpo militar le rinden un homenaje de despedida. Ojalá todo aquello fuera simplemente una producción imaginaria y que estas lágrimas que humedecen mi rostro al finalizar la producción fuesen solamente hijas de la fantasía; pero, a la verdad, ¿Cuánto llanto se ha derramado en nuestro país a causa de la insensatez?
No nos cansamos de llorar por nuestras víctimas. No nos cansamos de decirle a los violentos ¡basta ya! No nos cansamos de esperar a que llegue por fin la paz para nuestro pueblo colombiano. En fin…
Ahora estoy frente a esta pantalla del computador y mis dedos golpean el teclado al mandato de mi pensamiento que dicta, sin ningún orden preestablecido. La luz de la tarde agoniza y penetra débil por la ventana abierta a mi lado izquierdo, mientras el frío me acompaña desde hace rato, y el silencio de la calle penetra igualmente como una daga en mi cerebro, calcando el espasmo de mi vecindario, acorralado por la pandemia, al interior de sus viviendas que mastican la rutina del día festivo.
Cinco y veinticinco minutos de la tarde. Sobre los hombros de mis setenta y siete años, y ante la expectativa de una realidad, cada día más apremiante, de mi retorno a la tierra y de la comunión de mi espíritu con el Dios de la vida, el Dios de mi fe ancestral, reafirmo la certeza de mi fugacidad. Solo el amor me salva. El amor de quienes me acompañan y a quienes igualmente amo, el amor a una vida que aún me queda por degustar, con todo su cúmulo de regalos, como esta visión policromática del mundo que a veces amenaza igualmente con derruirse, el disfrute de una mirada benévola, de una sonrisa, de una palabra amable… de la música, de esta musa que no quiere quedarse congelada y que recurre permanentemente a los recuerdos, o a la visión esperanzada de algo que aún se proyecta en mi cerebro, como si por momentos sintiéramos que la eternidad nos abraza y el reloj ya no marcase más horas.
A lo lejos se oyen voces: alguien habla, alguien camina sobre el andén al frente de mi casa, algún vehículo cruza la avenida, emitiendo a su paso un gemido cansino de motor, y mis dedos continúan moviéndose sobre el viejo teclado.
El tiempo sigue su marcha y en alguna pared seguramente colgará un péndulo que con su movimiento acompasado permitirá el golpeteo constante:
Tic, tac, tic, tac… Tic...
José Adelnide Giraldo Herrera
Dosquebradas Risaralda, noviembre 16/2020
Imagen del internet